miércoles, 26 de abril de 2006

Crónicas no oficiales de Dossam. El Levantamiento de Astaroth (II)

Un mes antes de la refundación de las grandes hermandades de Dossam...

El Rey está enfermo, en todos estos años de mandato no ha conseguido engendrar a ningún heredero y la gente se empieza a preocupar sobre el futuro del reino. Han surgido facciones que luchan entre sí para asegurarse de ser los nuevos dueños de Dossam. En un principio las luchas entre estas facciones eran secretas, pequeños saboteos, negociaciones de nobles, etc. Pero poco a poco las luchas se fueron trasladando a la calles, transmitiendo la inquietud que tenían las facciones por el futuro de Dossam a los ciudadanos. Al cabo de un corto periodo de tiempo la inquietud se convirtió incertidumbre y esta dio paso a las revueltas. Las primeras revueltas fueron sofocadas por la guardia Real pero la segunda tanda de revueltas fueron aún más crudas de lo que se creía, pues las distintas facciones ya batallaban a campo abierto entre si, involucrando a las gentes sencillas para lucharan a favor de ellas. El capitán de la Guardia Real, viéndose superado por los habitantes, decidió cerrar filas en torno al castillo del rey y dejar a las distintas poblaciones batallar entre sí. Tras esa terrible decisión sobrevino el caos pues comenzó una guerra civil con varios frentes y muchos bandos que ansiaban aumentar su parcela de poder.

Durante ese periodo de caos surgió la sombra un antiguo Dios, un Dios que fue desterrado y olvidado por el propio Ceón milenios antes de la llegada del actual rey de Dossam. Astaroth comenzó a planear su regreso y para ello necesitaba más caos, más muerte, más oscuridad, más fuego y, en general, más mal en el territorio de Dossam. Para ayudar en ese objetivo, envió de regreso a su subordinado, al único que podía desempeñar su papel por su origen humano. Le envió con la misión de regar la tierra con sangre inocente, porque por cada gota que lamía el suelo, Astaroth se encontraría más cerca de su regreso al mundo material.

Kapu avanzaba por un pinar, el suelo y las ramas de los pinos estaban cubiertos de blanca nieve que había caído durante la noche anterior. Cuando Kapu llegó al linde del bosque se paró un momento a descansar. Desde el linde del bosque se oían los típicos sonidos de este entorno natural, pero además llegaba a sus oídos el sonido de una batalla. Hacía allí se dirigía, y ya se encontraba cerca, muy cerca. Tras ajustarse su armadura roja como las escamas de un dragón y ponerse el también rojo yelmo, cogió su martillo de guerra de color negro azabache y, colocándoselo sobre el hombro derecho, se puso en marcha.

Al Llegar al escenario de la batalla, vio que se desarrollaba cerca de un pequeño poblado. Los hombres de este poblado intentaban frenar la invasión de una de las facciones, que estando mejor armados y teniendo más experiencia en combate, se abrían rápidamente paso entre las defensas lugareñas mientras tintaban de rojo la nieve pisoteada por la batalla.

Kapu se introdujo en la batalla, tranquilamente andando iba observando como se desarrollaba la cruenta lucha. Un aldeano, confundiendo a Kapu por un asaltante atacó por el flanco derecho de Kapu con una espada larga. Kapu esquivo el golpe dando un salto hacia atrás y descargó un mortífero golpe con su martillo. El cuerpo del hombre cayó inerte en la fría nieve con el cráneo destrozado a causa del impacto del arma. Kapu continuó su camino hasta el centro de la batalla, se paró y comenzó a murmurar unas palabras en un extraño idioma. Al alzar su martillo al cielo, mientras lo sujetaba con ambas manos, todos los combatientes cercanos cesaron de luchas, para mirar a ese extraño ser. Por encima del matillo se formo un remolino de oscuridad del cual salieron miles de demonios alados, rojos como el fuego, que se mantuvieron a la espera en el cielo.

Los contendientes se quedaron paralizados, olvidándose de su batalla, solo observaban atemorizados a todos los demonios que se materializaron por encima de sus cabezas, había más de cien.

—Es hora de morir —dijo Kapu mientras daba un martillazo al suelo.

A la orden dada por ese movimiento los demonios se movilizaron y atacaron a todo ser vivo que luchaba en ese campo de nieve tintada. A los cinco minutos solo quedaban los demonios que empezaban a volver a su plano de existencia, Kapu y un campo de nieve roja.

—Dentro de poco seré libre —se regodeaba Astaroth después del baño de sangre.

Continuará…

1 comentario:

Anónimo dijo...
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